Para ir al nuevo trabajo no había transporte público, se encontraba en una zona industrial a las afueras del centro de la ciudad y por suerte la administradora de la empresa vivía cerca de donde yo residía, con lo cual el problema de transporte fue solucionado.

El laboratorio aún no estaba funcionando, los muebles, instrumentos y equipos estaban por llegar. Las primeras semanas fueron para aprender los métodos que necesitaba aplicar para los análisis y organizar en planos el laboratorio.  Pasábamos muchas horas juntos, en entrenamiento, visitando proveedores y clientes.

Juan, hijo de emigrantes españoles, solo tiene una hermana, él es el mayor.  Es un hombre muy inteligente, nuestros temas de conversación iban desde la familia, libros, ciudades, historia y por supuesto química.  No había nada de lo que le preguntara que no lo supiera por lo que siempre había algo que aprender. Juan es un hombre de un carácter fuerte. Yo la segunda hija, después de mi hermano mayor, luego dos hermanas más pequeñas, con un carácter más bien suave (aunque de vez en cuando se me atraviesa el apellido, jajajaja).

Las horas se iban volando cuando estábamos juntos y creo que a los dos nos hacían falta más, así que comenzamos a salir después del trabajo, al cine, a cenar, o a pasear por alguno de los parques de la ciudad.

Los fines de semana que no iba a mi casa (a 300 kms de Pto. Ordaz), el me llevaba a conocer sitios hermosos, como Los Castillos de Guayana, la Llovizna, El parque Cachamay, etc. Comencé a ver Venezuela por los ojos de un hombre que la amaba y que conocía su historia. Fueron momentos que atesoro en mi corazón y que recuerdo con mucha nostalgia. Amo a Venezuela porque lo aprendí de él.

Nosotros

Cada día que pasábamos juntos nos acercaba un poco más. Aunque los sentimientos eran mutuos ninguno de los dos dijo nada, era una situación muy difícil  para ambos ya que Juan era mi jefe.

Al mes de estar trabajando juntos ya no pudimos disimularlo más y nos declaramos nuestro amor. Fue en una carretera, íbamos a evaluar un proveedor de materia prima y aunque el escenario no suena nada romántico, fue realmente mágico.

Desde ese momento nuestras vidas cambiaron, no fue fácil, ya que en el trabajo el era el Gerente y yo su Técnico de Laboratorio, no había preferencias. Tampoco lo hubiésemos permitido, el trabajo se respetaba y se hacía bajo las más estrictas normas. Al salir del trabajo era diferente, el me pedía que los problemas del día se quedaran en la oficina. Compartíamos, disfrutábamos, salíamos y continuamos aprendiendo el uno del otro.

Recuerdo que cuando conocí a mis suegros fue en un viaje que ellos hicieron a Puerto Ordaz.  No sé si ellos ya sospechaban algo, por los comentarios de Juan por teléfono, o es que se dieron cuenta cuando salimos a pasear y a cenar juntos. Al despedirnos, cuando me dejaron en mi apartamento, mi suegra me dijo muy bajito : “Cuídamelo” y yo le dije : ” lo hare” no sin dejar de ponerme roja como un tomate…

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